En primer lugar hay que distinguir diferentes tipos de pelusa: pelusa doméstica, pelusa de ombligo y pelusa de secadora. En inglés hay dos palabras para acercarse al concepto de pelusa: fluff (que hace referencia a lo esponjoso) y lint (que hace referencia a fibra textil).
Es curioso que buscando en google en inglés es muy difícil encontrar referencias a la pelusa doméstica, mientras que en español es la principal. Los sajones se han preocupado mucho por la pelusa de ombligo, hay incluso un tipo (australiano) que tiene una colección de las pelusas de su ombligo cuidadosamente recopiladas durante décadas. También se hizo una macroencuesta a casi 5000 personas para conocer detalles estadísticos de la pelusa de ombligo, y un estudio científico analizando 503 muestras del ombligo del propio científico. Los resultados de estos estudios indican (a grandes rasgos) que el componente fundamental de la pelusa de ombligo es fibra textil (obviamente de la ropa que se lleva en los alrededores del ombligo), mezclada con material del dueño del ombligo (vello, piel muerta y sudor) y un poco de polvo(1). Estos agregados se forman más sobre vientres velludos y abultados que lampiños y planos, dado que los primeros aumentan la fricción con la ropa.
La pelusa de secadora tiene poco misterio, se trata de fibras de la ropa que se van desprendiendo debido al intenso roce entre unas prendas y otras que produce el proceso de secado. Como el aire cargado de esas fibras se pasa a través de un filtro, en él van quedando atrapadas y se van compactando. El color de la pelusa de secadora dependerá del de las prendas que se sequen, pero como normalmente se manejan lotes con prendas de diversos colores, las pelusas tienden a colores grisáceos o parduzcos, típicos de la mezcla de muchos tintes. A diferencia de los ombligos, las secadoras producen mucha cantidad de pelusa, llegando a generar un cierto problema medioambiental. Algunos de los usos que se han propuesto para reciclar este material incluyen utilizarlo como amortiguador de golpes en embalajes o como fondo en las macetas, ayudando a regular el drenaje de agua. Pero uno de los más llamativos consiste en mezclarlo con cola blanca para hacer un material compuesto con el que los niños (o eventualmente adultos) pueden moldear figuritas que luego se endurecen. Es una versión doméstica de materiales muy modernos como la fibra de vídrio o de carbono que mezclados con resinas epoxi o poliester materializan raquetas de tenistas famosos y cientos de otros productos.
Por último tenemos la pelusa doméstica, ese indicador de falta de limpieza que caracteriza determinados hogares, como los pisos de estudiantes. De hecho mi interés por estos elementos nace de mi época en un piso de estudiantes, donde disfrutábamos de abundantes muestras para analizar. Aquel piso tenía cuatro habitaciones, y comprobamos que las pelusas de cada uno de ellos tenían un color diferente. Aunque todas mostraban el aspecto grisáceo típico de la mezcla, las de cada cuarto tendían a parecerse al color de las mantas de la cama de dicho cuarto. Aquello era en la época de la tesis, así que teníamos acceso a microscopios con los que pudimos corroborar que la mayoría de la pelusa estaba conformada por fibras textiles, mayoritariamente de las mantas. Es una pena que no fuéramos más sistemáticos en el análisis, entonces nos parecía una broma, ofuscados como estábamos con las "grandes preguntas" de nuestras tesis doctorales, sin sospechar que este era un tema de investigación abierto, y tan relevante como cualquier otro. Por cierto, utilizo el plural incluyendo a los compañeros de piso que colaboraron en el estudio.
Hoy sabemos que, por efecto triboeléctrico, las fibras se cargan de electricidad estática cuando rozan entre sí o con otras superficies, y que esa electricidad estática es la que proporciona la fuerza de cohesión que mantiene la estructura de la pelusa. Así pues, su formación requiere de fibras y de movimiento, para que haya rozamiento y con él acumulación de carga eléctrica. La primera consecuencia curiosa de este hecho es que, en el caso de una vivienda deshabitada, cerrada, no se producen pelusas, ya que las fibras que pueda haber no se mueven. ¿Y que es lo que las mueve habitualmente? El viento, el movimiento del aire que producimos las personas al andar, las ventanas abiertas en verano y las corrientes de convección de los radiadores en invierno. Esas corrientes producen remolinos en las esquinas, lugares especialmente propicios para que las fibras queden dando vueltas y las pelusas crezcan apreciablemente. Los patrones de esas corrientes de aire son las que determinan zonas especialmente adecuadas para la acumulación de las pelusas: rincones, debajo de radiadores, etc. La acumulación de debajo de la cama suele estar producida más por el hecho de que no se limpie ahí tanto como en el suelo a la vista que por que haya características especialmente propicias.
En EEUU las casas se climatizan con un sistema centralizado (tanto de calefacción como de frío) que mueve aire hacia cada habitación, que dispone de una rejilla de entrada y una de salida. Este sistema es bastante diferente del más habitual por España, basado en radiadores de agua que generan corrientes de convección cerradas en cada habitación. Esta observación me lleva a lanzar la hipótesis de que en EEUU se forman muchas menos pelusas (o son eliminadas por el sistema de climatización). En España, por otra parte, la sustitución de las tradicionales mantas por fundas nórdicas y edredones (y la moda de la depilación integral) también están ayudando a disminuir la cantidad de pelusas, aunque sin duda, aún quedan abundantes muestras con las que continuar estos estudios.
(1) Polvo aquí hace referencia a fragmentos minerales diminutos (sibmilimétricos), pedacitos de toca que flotan en el ambiente.
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