sábado, 24 de octubre de 2009

Presbicia mental

Aun no estoy hecho a las gafas a través de las que ahora miro a la pantalla en la que voy escribiendo. La edad no perdona y parece que un síntoma inevitable es el cansancio de la vista. Pensando en la presbicia me acuerdo de la última clase, en la que haciendo un ejercicio en la pizarra me llamaron la atención los estudiantes sobre una confusión a la hora de operar con una frecuencia (que si en Hz o en radianes, y el 2PI correspondiente). Tenían razón, me había equivocado. No le había prestado atención a una cuestión que inconscientemente consideré menor para centrar mi esfuerzo en el hilo conductor del ejercicio completo (cosa que no tengo claro que entendieran ellos, o al menos no rápidamente).

Parece como si unida a la presbicia física hubiera también una presbicia mental que emborrona la percepción cercana respetando en cambio (incluso mejorando) la visión de lo lejano, lo abstracto. No es que no puedas dedicarte a cuestiones de detalle, pero hay que esforzarse, como cuando fuerzas la vista; solo que además con una cierta sensación de pérdida de tiempo. En cambio se perciben relaciones que los jóvenes no alcanzan a apreciar, se distnguen patrones generales aplicables a muchas cosas y se disfruta con ello.

La presbicia real es sin duda un engorro, mientras que la presbicia mental no necesariamente; más bien es un síntoma de madurez en el mejor sentido de la palabra. El valor tradicional que tenían los viejos y que se sublima en instituciones como el Senado (que traducido del latín sería algo así como el "viejado", ¿avejentado quizá?).

En fin, es una lástima que la severidad del mercado laboral actual acepte tan mal la presbicia.

Foto tomada de aquí.

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