Este momento no tiene nada de especial. La tierra sigue en órbita elíptica alrededor del Sol, y ni siquiera está en un punto singular de esa órbita. Sin embargo lo tiene todo de especial, es el momento arbitrariamente elegido por una ingente cantidad de personas para significar un cambio. Obviamente nos importa mucho más armonizarnos con nuestros congéneres que con eventos naturales que no sentimos de forma inmediata. Respecto de ese punto arbitrario hemos dado una vuelta completa al Sol, una más en la larga lista de casi 4000 millones que lleva orbitando la Tierra. De nuevo un dato que no nos importa frente al hecho personal de acabar con uno más de los pocos que viviremos, algo menos del centenar de ellos.
El punto final, de un año en este caso, es un momento perfecto para recordar, para seleccionar lo memorable del período que termina. También para mirar hacia adelante desde un punto singular, como fuera del tiempo, que incita a proponer enmiendas al devenir diario que no nos convence. Decía John Dewey que no aprendemos de la experiencia, sino de reflexionar sobre nuestra experiencia. Por eso son especialmente importantes estos momentos de balance y prospectiva tan típicos del cambio de año. Esa misma frase de Dewey me ha servido a mi para justificar la escritura de un diario (del blog en realidad, que no es sino un diario público). Cada vez que escribes, movido por algo que ha sucedido, reflexionas sobre lo experimentado.
Hoy día los blogs no los lee nadie. Me ha hecho gracia ver que mi amigo Iñako también escribe hoy su reflexión de fin de año y también comenta lo que cuesta mantener el habito de la escritura bloguera en tiempos de lectres fugados a otros medios. Encuentra él justificación suficiente con un único lector. En realidad sin siquiera lectores ya merecería la pena, creo, por aquello de obligarse a repasar lo vivido y aprender con ello.
Este fin de año es especialmente simbólico, como no, por la pandemia. Por ser el segundo que celebramos en una situación extremadamente anómala. Eso nos permite pensar, por ejemplo, que van dos años sin sanfermines y no ha pasado nada, quizá incluso esa sobredosis de desenfreno se reparta entre todos los días haciéndolos menos acartonados. Dos años de teletrabajo sin perder productividad. Parece que muchos estadounidenses han renunciado a su trabajo tras mirarlo en perspectiva desde el parón pandémico. No se trata de decir la tontería motivacional de que lo que no te mata te hace más fuerte ni nada parecido, pero sí que podemos aprovechar para aprender lo que se pueda desde este momento privilegiado (el fin de año) dentro de un momento singular (la pandemia).
¡¡Feliz 2022 para todos!!
No es una predicción (aunque ojalá) sino un deseo ;-)
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La foto es del anochecer de este 31 de diciembre de 2021 desde Mutilva, Navarra. Hecha con el móvil.