Hace unos días comentaba que nos vamos toda la familia de "año sabático" a Estados Unidos. Pues bien, el momento ha llegado ya, mañana emprendemos viaje, aunque pasaremos un par de días en Madrid antes del vuelo. La preparación de este momento, especialmente en las dos últimas semanas ha resultado agotadora, aunque también muy interesante.
Es sorprendente la cantidad de trámites que hay que realizar. En el plazo de la estancia me iba a caducar una tarjeta de crédito y un carnet, circunstancias que hay que resolver con antelación. Hay que darse de baja de todas las compañías que dan servicio habitualmente. Como la casa no va a quedar deshabitada, agua luz y gas se quedan como están, pero los teléfonos e internet no. La complejidad tecnológica de la telefonía móvil no tiene nada que envidiarle a la complejidad burocrático – comercial a través de la que se ofrece el servicio y que, además de hacer imposible prever costes, hace de las bajas procesos verdaderamente kafkianos. Hay que llevar certificados de todas las vacunas, certificados de nacimiento en versión internacional, lo mismo que el carnet de conducir que hay que convertir en “internacional”. También hay que certificar la cobertura sanitaria con la que cuentas y completarla con las eventualidades que te puedan faltar.
Es sorprendente la cantidad de trámites que hay que realizar. En el plazo de la estancia me iba a caducar una tarjeta de crédito y un carnet, circunstancias que hay que resolver con antelación. Hay que darse de baja de todas las compañías que dan servicio habitualmente. Como la casa no va a quedar deshabitada, agua luz y gas se quedan como están, pero los teléfonos e internet no. La complejidad tecnológica de la telefonía móvil no tiene nada que envidiarle a la complejidad burocrático – comercial a través de la que se ofrece el servicio y que, además de hacer imposible prever costes, hace de las bajas procesos verdaderamente kafkianos. Hay que llevar certificados de todas las vacunas, certificados de nacimiento en versión internacional, lo mismo que el carnet de conducir que hay que convertir en “internacional”. También hay que certificar la cobertura sanitaria con la que cuentas y completarla con las eventualidades que te puedan faltar.
Los trámites con los bancos tampoco son una cosa menor; es cierto que hoy día se puede hacer casi todo por internet, pero saber de antemano lo que van a costar las operaciones (transferencias, cambios de moneda, cargos con tarjetas) no es ni mucho menos evidente (de hecho he desistido de conocer algunos de ellos). Por no hablar del papeleo (o habrá que empezar a decir “interneteo”) que supuso la solicitud de los visados (con sus famosas foros de 2x2 pulgadas), y el documento previo emitido por la universidad de destino en el que se certifica la naturaleza de tu estancia como visitante de investigación.
Este año el Ministerio del ramo (de toda la vida el “MEC”, pero últimamente con nombres tan cambiantes) ha decidido ahorrar manteniendo la misma convocatoria de becas para estancias del profesorado, solo que con la mitad de duración y algunas variaciones a la baja (como la eliminación del seguro, o la restricción en las fechas de viaje o en la incompatibilidad con otras ayudas). Así, con la beca del MEC se pueden cubrir 6 meses y con una de la propia universidad 3 meses más: En total hay que escribir dos solicitudes, con proyectos compatibles pero no idénticos para, aún así, tener 3 meses sin posibilidad de beca.
Las compañías aéreas exhiben una complejidad de tarificación que no tiene nada que envidiarle a la de los móviles: es imposible saber lo que costará un billete sacado otro día. Además está limitado el plazo de ida y vuelta, la posibilidad de mover fechas (bueno, más que limitado está penalizado económicamente), la posibilidad de utilizar “billetes cruzados”: ahora si no has realizado el viaje de ida no te permiten realizar el de vuelta… salvo pagando bastante, claro.
Habría historietas para mucho más, porque tanto trámite son muchos interlocutores y multitud de anécdotas, pero lo que me interesa es sacar algunas conclusiones del conjunto de la experiencia.
(i) Frente a las grandes compañías (telefónicas, aerolíneas, etc.) o el propio estado, individualmente estamos vendidos, la desproporción es gigantesca. (ii) La complejidad de proveer servicios debe ser mucho mayor de lo que solemos pensar, porque no creo que hagan sufrir al cliente por placer, pero desde luego que lo hacen. (iii) La estructura de productos y tarifas es extremadamente enrevesada, haciendo casi imposible la comparación (salvo para profesionales muy dedicados) y jugando a esconder precios más altos de lo que parece a primera vista.
Y claro, dedicado a este máster en burocracias varias, el objetivo de la visita se diluye, ahora ya ni me acuerdo de a dónde iba ni cuál era el interés de estar allí. Esperemos que este brote de “burocracitis” le queden ya pocos días de fiebre.
La foto está tomada de aquí, sitio en el que aconsejan sobre el equipaje, otro asunto del que se podría hablar mucho...