Cuando lo piensas un poco resulta que todo está vacío. El mundo en que vivimos y que nos parece tan macizo es como espuma, y los grumos de espuma están alejadísimos en el universo. Sin embargo, nuestra vista y nuestro tacto, detectores de distintas formas del electromagnetismo, nos ilusionan con un entorno mucho más denso. Bueno, toda esta “boutade” requiere de una explicación.
Todo está hecho de átomos, nosotros mismos y todo lo que nos rodea. Y los átomos están hechos de protones y neutrones en el núcleo y electrones rodeándolos. Los átomos son muy pequeños, pero las partículas subatómicas lo son muchísimo más. ¿Cuánto? Escalemos los datos. Si ampliamos un protón de un átomo de hidrógeno hasta el tamaño de una manzana y la ponemos en el centro de una plaza de toros, el electrón sería como una nuez dando vueltas por el último graderío. Sabemos que ese modelo orbital del átomo no es el mejor, pero para lo de los tamaños y los espacios vacíos nos vale. En esa escala una molécula un poco grande es como sustituir una ciudad por unas cuantas manzanas y nueces. Y entre ellas nada. La materia está muy vacía.
Además, los grumos de materia están muy separados (como vimos hace unos días). Si reducimos el tamaño del Sol al de un plato llano (26 cm de diámetro) el sistema solar serían dos granos de sal, dos de pimienta, dos aceitunas y dos tomates Cherry esparcidos en un radio de 800 metros. Y el siguiente plato (Proxima Centauri) estaría a 7000 Km de distancia. Y en medio nada.
Sin embargo, en una noche oscura vemos miles de estrellas, y la sensación es que la bóveda celeste está muy llena. También notamos el suelo que pisamos mientras miramos esas estrellas. Un suelo que no solo nos sujeta, lo sentimos macizo y duro. Los electrones de la última capa de suelo repelen a los de la última capa de mi zapato. Esa repulsión eléctrica es la responsable última de la sensación de dureza. Si las partículas subatómicas no tuviesen carga, los objetos se atravesarían unos a otros como si fueran de humo. Pero las fuerzas eléctricas los mantienen cohesionados entre sí y duros frente a los otros. Por otro lado, los fotones que llegan de las estrellas lejanas impactan en nuestros ojos y nos producen una potente sensación: las vemos. Como los fotones viajan enormes distancias si nada se interpone en su camino (¡y todo está muy vacío!) nos llega señal de muchísimas estrellas. Fotones que interaccionan con unas moléculas concretas de las células de la retina.
Fotones interaccionando con átomos y repulsiones electrostáticas son las responsables últimas de las sensaciones de visión y tacto. Nuestras sensaciones, la representación que tenemos del mundo, están medidas por el electromagnetismo y nos dan una imagen mucho más llena y compacta de lo que realmente sabemos que es. No deja de ser duro que la ciencia, un conocimiento “empírico”, nos proporcione un conocimiento tan distinto de la experiencia directa. Pero ya volveremos a la epistemología otro día, por hoy bastante tenemos con asumir esa ilusión electromagnética de un universo muy muy vacío.
Nota: me queda como tarea para otro día calcular la intensidad de la radiación solar reducida a la escala del plato, seguro que sigue siendo una brutalidad que no podemo imaginar y que no cuadra con nuestra "sensación" de un plato. Por eso vemos Proxima Centauri y es imposible ver un plato a 7000 Km.
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La foto está tomada de AQUÍ (creative commons), la de arriba. Unos días más tarde he encontrado esta otra que va muy bien también con el texto:
Hola Joaquín, me gustan mucho las publicaciones sobre ciencia de tu blog. Soy profesora de biología de secundaria, pero la química cada vez me gusta más.
ResponderEliminarGracias por dedicar parte de tu tiempo a la divulgación, cosa cada vez más necesaria en esta sociedad.
Saludos desde Valverde del Camino (Huelva).
Muchas gracias Marta. No sabes la ilusión que me hace que estas notitas resulten de interés :-D
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