Durante unos años fui excelentísimo y mi padre, que “solo” era ilustrísimo, estaba muy contento. En tiempos del gobierno de Zapatero esos tratamientos se declararan obsoletos y dejamos de serlo. Igual por eso cuando oigo hablar de la “cultura de la excelencia” se me hace raro, de algún modo pensaba que ya nos habíamos pasado esa pantalla.
He ido a mirar en Google y bajo eso de “cultura de la excelencia” aparecen códigos de buenas prácticas bastante razonables, preocupados por la mejora continua y la satisfacción al cliente, nada raro. Pero pensándolo un poco el problema es nombre; las palabras no son inocentes.
“Excelente”, que es lo mismo que “sobresaliente”, implica que tiene que haber muchas personas que no lo son. Solo se puede sobresalir de entre la masa. Aunque para hacer las cosas bien no es imprescindible que haya muchos que lo hagan mal. Cuando se piensa en un fontanero que venga a arreglarte algo lo que esperas es un profesional competente, capaz de resolver el problema con eficacia, pero no necesitas al mejor de la ciudad. De hecho ni siquiera hay rankings de fontaneros.
Simplificando un poco podemos diferenciar dos tipos de actividades (profesiones), las “tipo fontanero” y las tipo “estrella del rock”. En las primeras, si representamos gráficamente el número de personas en función del grado de desempeño (incompetente, competente o excelente) nos saldrá una distribución normal, gaussiana. La gran mayoría de las personas tienen un desempeño promedio, competente, y hay unos pocos incompetentes y unos pocos excelentes. En las segundas, en cambio, la distribución nos saldrá tipo hipérbola, de esas que cumplen la regla de Pareto. Un 1% de los rockeros es responsable del 90% de los discos vendidos, y la inmensa mayoría de las personas que tienen una banda no viven de ella.
Hay actividades en las que sobresalir un poco aumenta el éxito, cosa que induce una realimentación positiva (i.e. un circulo vicioso) que aumenta ese éxito. Suele pasar con las artes, si se empieza a hablar de una serie o de un grupo todos queremos verla y oírlo para estar en la conversación, y nuestra conversación hará que otros se animen al mismo consumo. Esa realimentación es la que está detrás de las distribuciones tipo Pareto. No es que los exitosos no lo merezcan, es que hay muchos que lo merecen de forma equivalente que no resultan exitosos. A ese circulo vicioso se le ha llamado “efecto Mateo”, por esa cosa de la Biblia de “tened y se os dará”.
Cuando pretendemos introducir la “cultura de la excelencia” en un centro educativo, por ejemplo, estamos creando un problema. El desempeño educativo es gaussiano, no “tipo Pareto”. Por tanto uno esperaría que la mayoría de los estudiantes resultaran competentes. Si los ponemos a competir para que unos pocos sobresalgan ¿qué pasa con la mayoría? Los que no ganen en esa competición se sentirán mediocres, incapaces. El concepto de “indefensión aprendida” está bien descrito en psicología hace años. La “cultura de la excelencia” entendida como crear un entorno competitivo que deje mucha gente indefensa es lo que me parece mal. En las profesiones artísticas o el deporte de alta competición la competitividad es intrínseca, pero en todas las actividades en que no lo es no deberíamos introducirla artificialmente.
El que haya convocatorias de proyectos de investigación con ratios de concesión inferiores al 10% es una de esas competiciones artificiales muy perniciosas. Además de dilapidar una enorme cantidad de recursos (horas de profesionales de alto nivel preparando proyectos que no se desarrollarán) genera una sensación de incompetencia en el 90% de los presentados, personas muy competentes que no lo merecen. Quizá eso nadie lo diseñó así, es el resultado de una escasa disponibilidad de fondos. Pero los gestores deberían atajar el problema y no esconderlo hacer bandera de esa nefasta “cultura de la excelencia”.
--------------------
Notas.
1.- Sobre eso de los tipos de de profesiones escribí hace mucho tiempo basándome en El Cisne Negro de N.N. Taleb. Lo he repasado hoy y aunque dice cosas interesantes, el tono y la forma de narrar no me han gustado nada.
2.- Sobre el efecto Mateo, en el libro "Outliers" de M. Gladwell, del que también comenté hace tiempo, tiene un montón de información. También lo he repasado estos días (y este sí me ha vuelto a encantar). El capítulo primero va de esto, es impresionante como los jugadores profesionales de Hockey han nacido en enero o febrero; el efecto mateo ha realimentado el extra de fortaleza que tenían de pequeños respecto de sus compañeros de curso nacidos unos meses más tarde.
3.- Sobre la "cultura de" (que aquí es de la excelencia, pero esta semana ha sido famosa la de la violación, y hay muchas más, claro. Justo esta mañana era el tema de la tertulia de "No es un día cualquiera" en radio nacional. Sólo el filósofo (Toño Fraguas) entendía y explicaba el concepto, los demás (incluidas las intervenciones del público que han puesto) se centraban en un concepto de "cultura" idealizado, cargado de valores sólo positivos, que se corresponde con la "alta cultura" y al que le atribuían unos valores que los nazis, como bien señalo Steiner, aclararon que no es tan benéfica como se quiere pretender.
4.- La idea de que lo contrario de "excelente" no es (o no debería ser) "mediocre" sino "competente" se la oí a Antonio Lafuente
5.- (11 dic 22 - 12h) Tras la publicación de lo enterior y cierta discusión en Twitter, me llega este artículo de Nature (2017) sobre el tema, que lo analiza con mucha más profundidad, pero en la misma línea argumental y con conclusiones análogas:
6.- (11 dic 22, 18h) - La entrada sigue teniendo un montón de movimiento (pasa de las 2000 lecturas ahora). Como parte de la conversación, de nuevo gracias a Francisco Rodriguez-Sánchez (un investigador excelente según las métricas al uso), llego a dos referencias más que merece la pena compartir:
The excelence quenstion. (Science 2020)
Carmen Vela en Nature (2012) haciendo explícito el uso de la excelencia para justificar recortes "Turn Spain´s budget crisis into an opportunity". https://www.nature.com/articles/486007a
El que el número de citas siga una ley de potencia es una prueba clara de que los indicadores de excelencia (y no la valía) se retroalimentan. La valía solo puede seguir una normal, claro. Si el nº de papers se toma en relación al dinero del que los investigadores han dispuesto quizás si salga una normal. Financiar más, sin embargo, al que publica más por menos dinero tampoco creo que sea un buen criterio. En cualquier caso, supongo que lo que buscan los políticos es que los investigadores españoles subamos en los rankings internacionales (que pecan de lo mismo), y para eso si que hay que financiar más a los que ya tienen más curríiculum, aunque se desperdicie materia gris.
ResponderEliminar