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miércoles, 26 de julio de 2023

Adiós Netflix (hola RTVE Play)

Hace unas semanas la cuenta de Netflix que compartía con mi hija me dejó de funcionar. Se cumplía lo que habían anunciado, si no vives en el mismo lugar no puedes compartir cuenta. Se ponía en práctica una decisión que, en la práctica, supone una importante subida de tarifas. Claro que en esta casa podíamos permitirnos una suscripción a este servicio, pero ¿realmente merece la pena?

En el mundo en que vivimos es difícil saber que “merece la pena”. Los intangibles que entran en esa cuenta son muchos. Hace años calculé que con el dinero de poseer un mantener un coche podía disfrutar de una mezcla de transporte público, taxi y coches de alquiler que daría mucho mejor servicio. Pero los pequeños beneficios de sensación de libertad, inmediatez y, por qué no decirlo, de estatus que supone un coche me convencieron. A pesar de todo me “merece la pena” tener coche, cosa que cada vez le pesa más a mi conciencia medioambiental.

Volviendo al streaming audiovisual, yo en realidad veo muy pocas cosas. Si es por llenar los pocos ratos que dedico al audiovisual, con otro servicio que ya tenemos y la plataforma gratuita de radiotelevisión española hay más que suficiente. Claro que si quieres ver algo concreto que sólo está en Netflix… ya, pero por ese camino habría que tenerlas todas, es un “por si acaso” demasiado caro. Por último, si la plataforma hubiera subido el precio porque tiene problemas financieros aún, pero es que lo ha hecho porque no crece lo suficiente, algo que fácilmente se entiende como avaricia. 


Decidido no reengancharse al servicio, he empezado a usar algo más RTVE Play, y en el cambio se observan diferencias curiosas que merecen un comentario. Netflix pugna por tu atención, quiere que te quedes allí, no te deja ver créditos ni elegir con calma, arranca vídeos, pone el siguiente episodio, te agobia con prisas para que no pases un segundo sin estar bombardeado por contenidos que, con un poco de suerte (para ellos) te resultan inexcusables y te quedas allí. Para ello te conoce bien, se acuerda de lo que has visto, te ofrece seguir donde dejaste lo anterior o contenidos acordes con tu perfil. RTVE Play en comparación resulta ascético, ni sabe quien eres ni le importa. Es la versión digital de un videoclub. Aquí tienes lo que puedes ver, coge lo que quieras y lo pones, y si quieres retomar una película a medias ya te acordarás tú y “rebobinarás” hasta allí. Por otro lado, la oferta es amplia pero no con la sensación de infinitud que da Netflix. Es interesante la colección de películas altamente gafapasta que ofrece (las que ponen en los ciclos de la 2 de cine clásico, europeo, español, etc.), así como que cada una está un tiempo limitado y van cambiando. Una oferta realmente interesante, por el contenido y por lo acotado de la oferta, que facilita la selección.

Resulta difícil no antropomorfizar robots y, entre ellos, servicios tecnológicos. En esa línea, veo la interfaz de Netflix como un camarero obsequioso en extremo (“I will be your servan tonight” que te dicen a veces camareros en USA), pero a la vez ladino, que con su jabonosa cháchara te acaba coloca los productos que le interesan a él. Por el contrario el servicio europeo no es ni siquiera servicio, es muy parecido a la estantería de DVDs que aún no he retirado de casa (¡aunque haga años que desapareció el reproductor de DVDs!). Quizá esté racionalizando demasiado una decisión (que, como todas, sabemos que se toma sentimentalmente) pero estoy contento de haber echado al baboso yankee y volver la mirada a la estantería.


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