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martes, 10 de noviembre de 2020

La belleza de la tostada

Tuvimos la semana pasada una tertulia de amigos (un poco pedante) sobre la belleza. Resultó maravilloso a pesar de ser en versión videoconferencia pandémica. Resulta muy gratificante la experiencia de disfrutar momentos ajá encadenados. O al menos el recuerdo de eso, porque tampoco es algo que vayas fijando como quien toma apuntes. Una cosa sí recuerdo, una especie de síntesis personal que consistiría en la existencia de dos tipos de belleza. Algo parecido a la diferencia entre la percepción numérica y la capacidad de contar. No hace falta hacer una operación mental compleja para saber que hay tres cosas (muchos animales lo hacen), para contar hasta 35 sí (muchas personas no lo hacen). Del mismo modo, habría una belleza natural, más innata o "de especie". Comentaba uno de los tertulianos que incluso en favelas, en ambientes emprobrecidos y sin educación formal, se ponen tiestos para embellecer la chabola. Las flores, serían uno de los elementos de esa belleza natural. La belleza de la arquitectura de Van der Rohe es mucho menos "natural", requiere un entrenamiento específico, una culturización que unas personas tienen y otras (la mayoría) no. 

Recuerdo esto hoy porque me encuentro un artículo (maravillas de tuiter, y Tay en particular) que se puede interpretar en este sentido. En un estudio de marketing, intentando ver qué características hacen la comida más atractiva (y asociada a valores positivos) se encuentra que la belleza. Pero la belleza en un sentido particular:

 "a specific type of aesthetics called "classical" aesthetics is characterized by the ideal patterns found in nature. For instance, a key classical aesthetic feature is symmetry, which is also extremely common in nature. Another prominent classical aesthetic feature involves order and systematic patterns, which, again, are ubiquitous in nature"


Otra cosa interesante (que no sorprendente) es que la belleza analizada en ese trabajo estimula los centros de recompensa del cerebro, produce placer de forma fisiológicamente demostrable. 

En una especie visual y ultrasocial (que se comunica a través del lenguaje, la voz, el sonido) tiene sentido que saber captar la atención visual y sonora de los congéneres suponga una ventaja evolutiva. Para ello, el deseo de comunicar y de percibir deberían estar premiados, producir placer. Que la belleza y la música produzcan ese placer biológicamente observable apoya esa hipótesis. Y una vez que tenemos el elemento comunicativo metido en el circuito del placer, tampoco es difícil imaginar en proceso que lleva a la adicción: te acostumbras a un nivel y has de buscar una experiencia más intensa para estimular el circuito en cuestión. Ese "círculo vicioso" ¿o es virtuoso en este caso?; esa realimentación, en cualquier caso, sería la responsable de refinamientos extremos, corrientes artísticas, virtuosismos y pasiones coleccionistas: el mundo del arte en general.

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