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sábado, 11 de abril de 2020

Cotilleo futbolístico

En estos tiempos de confinamiento por pandemia todas las competiciones deportivas están suspendidas, y no se pueden hacer previsiones respecto del momento de retorno de semejantes aglomeraciones de personas. A pesar de ello, los programas deportivos continúan existiendo en la televisión y en la radio. Esos larguísimos programas nocturnos de radio sobre futbol siguen encontrando tema día tras día.



En realidad no es tan sorprendente, esos programas no van de deporte, sino de cotilleo con personajes del deporte. Dicho sea con el mayor de los respetos hacia al cotilleo. Cada vez está más aceptado que el cotilleo nos hizo humanos, o al menos es uno de los pilares fundamentales de la evolución diferencial de nuestra especie. Para convertirnos en una especie hipersocial fue necesario extender el circulo de los individuos con los que colaborar más allá de aquellos con los que se podía tener una interacción directa (de despiojamiento mutuo, por ejemplo). Poder hablar de otros extendía las redes de socialización y permitía grupos, tribus, más grandes y cohesionadas (1). Una vez que el conocimiento científico le ha devuelto la dignidad a la vieja del visillo (2), podemos volver sus distintas encarnaciones modernas.

Si se analizan las tertulias supuestamente deportivas lo que vemos son historias típicas de cotilleo, esta ha dicho, el otro siempre ha tenido manía, el odio histórico entre el presidente de tal y el de cual. Es puro cotilleo para machotes. Porque, al final, algunos de los personajes sí que participan en un deporte. Una mínima parte del os que son objeto de las tertulias, por cierto, que van más de directivos, representantes, fichajes, declaraciones cruzadas. Relaciones humanas, apenas se habla realmente del partido. Tan es así que hasta se puede prescindir de ello durante semanas como en este pandémico parón.

Eso de aprender a separar una actividad del cotilleo sobre sus personajes, que nos ha enseñado el futbol, podemos reconocerlo en otras actividades. Una muy llamativa es “la política” (3), un entorno para el cotilleo cultureta. Muchas “tertulias políticas” no tratan sobre lo que realmente es política (gestión de lo público, análisis y propuestas sobre esa gestión), se emplean en el cotilleo sobre los políticos. Qué si hay química entre unos y otros, si se llaman, se cogen el teléfono, se reúnen en secreto o se traicionan. Si analizamos el contenido de lo que se trata realmente, no hay nada de política real, es todo relaciones humanas y luchas de poder (muchas veces dentro de un mismo partido), los temas paradigmáticos del cotilleo.

Con dos casos, podemos empezar a ver una relación entre grupos humanos (¿subculturas?) y entornos de cotilleo. El futbol para “machotes” (varones de nivel cultural medio bajo), la política para “culturetas” (varones de nivel cultural medio alto), la prensa rosa tradicional para mujeres (en diferentes versiones, la de princesas y actrices para cierto estatus y la de artistillas y chonis para otros). Todo esto es hacer estereotipos y simplificar mucho, seguro que daría para estudios serios de verdad.

La vida urbana, las ciudades grandes, han dificultado mucho el cotilleo real, el que tiene como sujetos a personas cercanas, conocidas de conocidas. Tanto que parece que se ha creado un nicho de necesidad que han venido a rellenar programas televisivos de gran éxito y que no tienen más misión que proporcionar personajes que hacen cosas sobre los que poder cotillear. Que lo que hagan sea convivir en una casa, cocinar, sobrevivir en islas o no sé que cosas más, es lo de menos.

Parece ser que somos unos monos cotillas, esencialmente cotillas, y que buscamos sujetos para el bicheo hasta donde no los hay. Me voy a ver que hacen los míos en tuiter 😉


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(1)    Hasta donde yo sé, esta idea es original de Robin Dunbar, pero ha sido explotada con gran éxito editorial por Noah Harari en “Sapiens”.
(2)    La vieja del visillo es un personaje del humorista José Mota. Hay titulares magníficos como “The science of bitchiness” sobre esta dignificación de una actividad típicamente despreciada e injustamente feminizada.
(3)    Política es una palabra gastada, que usamos con acepciones muy diferentes.

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