Hace unas semanas comentábamos aquí sobre un estudio que cifraba en el 72% el fraude científico. Me quedó entonces por tratar mi argumento fundamental... Bueno, en realidad no es mío, sino de Federico Di Trocchio, expuesto en su libro "Las mentiras de la ciencia".
En este libro se analizan decenas de resultados científicos con mucho detalle para acabar demostrando su falsedad. 400 páginas dedicadas a este menester pueden hacer que los árboles no dejen ver el bosque, pero en el último capítulo (pgs. 407 a 438) viene la "moraleja", de la que paso a hacer un resumen libre.
Todos los resultados fraudulentos se pueden clasificar en dos grandes grupos. El primero es el más obvio, personas deshonestas que se inventan resultados, falsifican experimentos o se inventan directamente los datos, etc. Que lo hacen a conciencia y que esperan conseguir con el fraude beneficios personales, desde prestigio a no perder la plaza que les da de comer. Un segundo grupo está compuesto por los científicos que, de tan convencidos que están de su hipótesis, fuerzan inconscientemente sus observaciones, descartan los resultados que no les convienen sin suficiente rigor, etc. En este grupo hay multitud de científicos ilustres: Mendel, que descartó injustificadamente muchos experimentos con sus famosos guisantes, Galileo, que declaró haber realizado muchos experimentos que en realidad sólo lo fueron mentales, etc.
No tenemos terminología precisa para diferenciar ambos casos, pero a mi me parecen situaciones considerablemente diferentes. Creo que son diferentes tanto en el juicio moral que merecen como en su grado de incidencia en la actividad investigadora.
El fraude consciente y que busca un beneficio personal es el que juzgamos como deshonesto, es el que constituye el auténtico oxímoron profesional. Por otro lado es en general raro, yo apenas me lo he encontrado en mi carrera; no creo que alcance al 5% (it's a wild guess anyway).
El fraude inconsciente, el que busca corroborar una teoría no es propiamente deshonesto. Puede ser descuidado, poco metódico o profesional, pero no exáctamente deshonesto. De hecho cuando una teoría resulta genial (comprobada ampliamente a posteriori), aunque fuera sostenida inicialmente con esa falta de rigor, no se le resta valor ni a la teoría ni al descubridor. Esta categoría de falta de pulcritud metodológica si que se la encuentra uno frecuentemente (en uno mismo a menudo), y de esta categoría no me extrañan valores del 70 % y aún superior.
Eso si, entre esas dos categorías esbozadas rudimentariamente, hay una casuistica enorme, con amplias zonas grises, dónde los juios de valor no son ni mucho menos tan evidentes...
Para una descripción teórica mucho más detallada, hay que ir al original de Di Tricchio, que además es un libro muy entretenido que se lee cómodamente. Es muy recomendable.
En este libro se analizan decenas de resultados científicos con mucho detalle para acabar demostrando su falsedad. 400 páginas dedicadas a este menester pueden hacer que los árboles no dejen ver el bosque, pero en el último capítulo (pgs. 407 a 438) viene la "moraleja", de la que paso a hacer un resumen libre.
Todos los resultados fraudulentos se pueden clasificar en dos grandes grupos. El primero es el más obvio, personas deshonestas que se inventan resultados, falsifican experimentos o se inventan directamente los datos, etc. Que lo hacen a conciencia y que esperan conseguir con el fraude beneficios personales, desde prestigio a no perder la plaza que les da de comer. Un segundo grupo está compuesto por los científicos que, de tan convencidos que están de su hipótesis, fuerzan inconscientemente sus observaciones, descartan los resultados que no les convienen sin suficiente rigor, etc. En este grupo hay multitud de científicos ilustres: Mendel, que descartó injustificadamente muchos experimentos con sus famosos guisantes, Galileo, que declaró haber realizado muchos experimentos que en realidad sólo lo fueron mentales, etc.
No tenemos terminología precisa para diferenciar ambos casos, pero a mi me parecen situaciones considerablemente diferentes. Creo que son diferentes tanto en el juicio moral que merecen como en su grado de incidencia en la actividad investigadora.
El fraude consciente y que busca un beneficio personal es el que juzgamos como deshonesto, es el que constituye el auténtico oxímoron profesional. Por otro lado es en general raro, yo apenas me lo he encontrado en mi carrera; no creo que alcance al 5% (it's a wild guess anyway).
El fraude inconsciente, el que busca corroborar una teoría no es propiamente deshonesto. Puede ser descuidado, poco metódico o profesional, pero no exáctamente deshonesto. De hecho cuando una teoría resulta genial (comprobada ampliamente a posteriori), aunque fuera sostenida inicialmente con esa falta de rigor, no se le resta valor ni a la teoría ni al descubridor. Esta categoría de falta de pulcritud metodológica si que se la encuentra uno frecuentemente (en uno mismo a menudo), y de esta categoría no me extrañan valores del 70 % y aún superior.
Eso si, entre esas dos categorías esbozadas rudimentariamente, hay una casuistica enorme, con amplias zonas grises, dónde los juios de valor no son ni mucho menos tan evidentes...
Para una descripción teórica mucho más detallada, hay que ir al original de Di Tricchio, que además es un libro muy entretenido que se lee cómodamente. Es muy recomendable.
Vamos a ponerles nombre a los fraudes, que hoy me encuentro creativo.
ResponderEliminarEl primer tipo de fraude es un fraude a la verdad, mientras que el segundo, en realidad es un fraude al método. Hay que buscar el latinajo adecudado. Por favor, si alguien sabe latín que corrija las declinaciones pero podrían llamarse: fraude ab veritatis y fraude ab via.
Un saludo
Suena fenomenal. Cualquier reflexión se ennoblece y parece más seria cuando le pones cosas en latín por ahí.
ResponderEliminarTrás una larga siesta he llegado a la conclusión de que hay que ponerlo en acusativo: ab veritatem y ab viam, probablemente.
ResponderEliminarUn saludo