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viernes, 4 de abril de 2008

Lo incomprensible no es profundo

En la misma penúltima página de "cultura" que hace unos días encontraba un loa supuestamente intelectual a la astología, hoy viene una reseña de Mario Bunge... Esto es otra cosa. Claro que habrá quien diga que la afinidad viene de la deformación profesional que da la física. Puede ser.

El titular que extracta el periodista de la entrevista es lo que más puede escandalizar, como buen titular de buen periodista. Pero a mi la frase que me ha llevado a reseñarlo es: "se aprovechó de la tradición académica alemana según la cual lo incomprensible es profundo" (y ahora no me importa quien se aprovechó ni en que contexto).

En la última clase del curso de Doctorado "Aspectos básicos de la actividad investigadora" hablábamos de la concisión y claridad del lenguaje científico en artículos y demás documentos. Comparábamos las recomendaciones que se dan en los libros sobre la literatura científica con su experiencia previa en guiones de prácticas y, como caso más palmario, en la redacción de sus Proyectos Final de Carrera. Me decían que, por supuesto, habían rellenado de texto conscientemente innecesario y habían complicado la redacción y estructura todo lo posible a propósito muchas veces. Y estaban convencidos de que eso les había valido el aprobado frente a multitud de profesores (me quedé con ganas de hacer una lista, pero no me atreví, y no es cosa de ponerles en un compromiso).

Parece pues que el despropósito que atribuye Bunge a la tradición académica alemana (en tiempos de Heidegger) está perfectamente vivo en la academia aquí y ahora.

Uno de mis héroes favoritos es el niño de "el traje nuevo del emperador". Si un texto (o una conferencia, discurso, etc.) es incomprensible es malo. Y hay que ser como el niño que veía a los miedosos desnudos y denunciarlo sin pudor, y sin miedo a parecer ignorante o poco profundo. Hay que darle la vuelta a la carga de la prueba y que sea el "complejo" el que haya de demostrar la profundidad de su asunto, y recuperar el mejor valor comunicativo de los elementos de comunicación (textos, conferencias, etc.).

Bajando al terreno práctico, yo limitaría a 30 páginas la extensión de los proyectos final de carrera en las ingenierías (en las que conozco al menos).

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