"Quiero ser un bote de Colón y salir anunciada en la televisión" cantaba la Alaska más punk en 1981 (según leo en Wikipedia). Seis años antes, alrededor de la muerte de Franco, y con 11o 12 años, llevaba yo un bote de aquellos al colegio para hacer una manualidad. No sé si mi madre compraba Colón o Dash, que son las marcas que recuerdo de detergentes de la lavadora de entonces. Lo que sí recuerdo es que entonces lo botes eran cilíndricos, lo cual molaba mucho, porque acabados servían de papelera, de tambor y de muchas cosas más.
El profesor que nos daba plástica en 6º de EGB, Colino (tendría nombre además de apellido, seguro), nos pidió que lleváramos aquel bote para hacer una papelera decorada. Allí le pegamos unos cordones, lentejas y judías partidas por la mitad con cola blanca y lo pintamos todo con témperas.
Aquel objeto se vino a casa una vez terminado, y me ha ido acompañando en las sucesivas mudanzas desde entonces, sirviendo siempre de papelera. Alguna vez también sirvió de taburete, por eso tenía estropeada la parte de arriba.
En la casa de Pamplona, de vez en cuando aparecían unos bichitos extraños, una especie de escarabajos negros de un milímetro. Andaban despistados por las esquinas. Aparecía alguno de vez en cuando, a veces había una oleada como de 6 u 8. Algo tan nimio que nunca nos preocupó, pero que siempre que aparecía resultaba raro. ¿Qué eran esos bichos?
El 21 de marzo pasado, con el confinamiento recién estrenado, con toda la inquietud que producía, descubrimos de donde venían aquellos bichitos: venían de la lentejas o judías (o ambas) de la papelera que llevaba 45 años conmigo. Esos días habían aparecido muchos más bichos de lo normal y, al mover la papelera, cayeron al suelo varias decenas. Misterio resuelto y recuerdo de la infancia a la basura. Bueno, resuelto a medias, me faltaría mirar en algún sitio qué bichos son los que viven en esas legumbres. Creo que me ahorraré el detalle técnico, no se suficiente de entomología como para que me interese.
Pensé que me iba a dar más pena deshacerme de uno de los objetos personales más viejos que tenía (seguramente el que más). No ha sido así, casi me había olvidado hasta hoy, que me han aparecido las fotos ordenando ficheros del teléfono. Seguramente Marie Kondo exagera, pero alguna cosilla más sí que habría que ir tirando...
Casi parece una narración de terror con lo de los bichitos en tiempo de confinamiento ;-)
ResponderEliminarSi que tuvo su punto de terror, sí. En realidad es una tontería, pero en ese momento todo se vivía de forma muy extraña...
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