Preguntó el Rector un día, “¿cuántos profesores hay en esta universidad? En la reunión de la semana que viene quiero una respuesta”. A la semana siguiente el vicerrector de profesorado dijo “un profesor es una persona que da clase, y tenemos tantas personas diferentes con docencia asignada”. El vicerrector de asuntos económicos dijo “un profesor es un empleado de la universidad, alguien que cobra un sueldo, y tenemos tantas personas distintas cobrando un sueldo con esa categoría”. El vicerrector de campus dijo “un profesor es una persona que tiene asignado un despacho, he preguntado a los directores de departamento cuantas personas ocupan despachos en sus respectivos departamentos y el resultado es tantos, aunque aún hay dos que no me han contestado”. Por supuesto los tres números no coincidían.
Hay personas jubiladas que aún ocupan despachos pero ya no cobran. Hay investigadores con docencia asignada pero que no cobran con categoría de profesor… Hay una casuística muy amplia. Aunque un porcentaje muy alto de los docentes universitarios cumplen las tres condiciones (están contratados, dan clase y ocupan un despacho), hay un número no despreciable de casos en que no se cumplen las tres por igual. Además, no todas esas condiciones cuentan con un sistema de recuento eficaz, actualizado y fiable. Los sueldos si se llevan con mucha precisión, pero la ocupación de despachos con mucha menos.
Aquella universidad no era un desastre, es que la realidad es compleja, y su descripción numérica requiere de definiciones precisas, no valen impresiones generales. Este cuentito es (casi) real. Con el tiempo se han adoptado “sistemas de información” informatizados en los que se van incorporando definiciones y formas de cálculo precisas, así como fechas de actualización de los datos. 20 años después de aquella pregunta del rector, el actual, casi puede responder la pregunta que su antecesor pensó que se podría saber en una semana.
Cualquier similitud con el contaje de muertos en una pandemia y la incapacidad de entender las cosas de algunos políticos y casi todos los periodistas es pura coincidencia (o no).
La foto está tomada de aquí
Me ha gustado mucho la metáfora porque se da la circunstancia de que viví esa situación, tal cual.
ResponderEliminarPero no creo que sea una buena metáfora en el caso que nos ocupa, porque hay una diferencia entre utilizar un criterio diferente en función del objetivo de la contabilidad y cambiar de criterio a mitad de camino.
Me dicen unos que se explicó ayer con claridad. Pero, si debía ser así, ¿por qué no se hizo así desde mucho antes? Y las explicaciones (de segunda mano) que he visto me han resultado poco convincentes. Al parecer se han suprimido los fallecidos que habían dado + en pcr, pero que dieron - tras el fallecimiento. O sea, se asume que si el fallecido acabó con la infección, no fue esta la que acabó con su vida. A mí no me convence (dos meses después). Aunque quizás estoy muy equivocado.
Gracias por el comentario.
ResponderEliminarEstoy seguro de que no se ha explicado bien (porque no he oído a nadie que lo haya entendido). Pero también estoy convencido de que es una asunto muy complejo en el sentido del cuentito, que hay muchas variables: se hizo la prueba, no se hizo, se hizo dos veces, se hizo de una empresa, de otra, se asigna al día del diagnostico, al del fallecimiento, etc., etc.
Ojalá todo esto sirva para dar un empujón al establecimiento de sistemas de información sólidos en sanidad, con criterios consensuados y mediciones precisas conferme a esos criterios. El desconcierto que hemos vivido entre las comunidades autónomas y el ministerio con la historia de los datos es verdaderamente lamentable.
Buscar "culpables" de ese desconcierto me supera. Probablemente no haya responsabilidades individualizables, sino que sea una cosa más sistémica: falta de inversión en sanidad y menos en sistemas de información, falta de coordinación entre los sistemas autonómicos, exceso de politización en la gestión de la crisis y suspicacias cruzadas, etc. etc.