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domingo, 8 de abril de 2018

La tele y la crisis de autoridad


Le preguntan en la radio a los Golden Apple Quartet por qué ya no salen en la tele y contestan que en televisión ya no hay espacio para profesionales, solo para aspirantes. Y me ha dejado planchado, es verdad: la voz, tú sí que vales, operación triunfo, ... Hay muchos programas de música pero todos consisten en descubrir talentos. Aquellos programas de músicos profesionales uno tras otro ya no se hacen. Como mucho se recuperan troceados en formatos que apelan a la nostalgia (cachitos, ochéntame otra vez, dónde estabas en...).

Se me ocurre que esto entronca con la "crisis de autoridad". Preferimos ver en televisión personas como podríamos ser cualquiera de nosotros que personas especiales. También el famoseo pasó de los tiempos en que se hablaba de la vida de príncipes, marqueses, artistas y toreros a personas cualesquiera sin más mérito que convivir en una casa, barco, isla o lo que fuere. Podríamos malinterpretar el movimiento como la democratización del interés mediático, pero no creo que eso sea democracia, más bien vulgarización o, simplemente, rechazo al mérito. No queremos personajes que tengan más autoridad que nosotros, queremos ver personajes en los que nos podamos reconocer directamente, sin tener que hacer méritos especiales para ello, no tener una profesión concreta, unos estudios, cantar sin saber música, etc.

Cuando yo era pequeño el respeto a la autoridad era un valor. (Además había un autoritarismo político intolerable, pero no me refiero a eso). Uno iba al médico y le hacía caso a lo que le dijera sin chistar. En la escuela los maestros tenían autoridad y esta era reconocida por padres y alumnos de forma natural. Funcionarios, guardias, el portero de la finca... No se trataba tanto de personas investidas de alguna forma (lo de la "potestas" latina) como de autoridad reconocida por los demás (la "autoritas"). El portero de la finca reñía al niño que tiraba un papel en el portal y los padres respaldaban al portero. Las personas se trataban de usted, los trajes y corbatas ayudaban a reconocer a los individuos cuya autoridad, como el valor a los soldados, se suponía de antemano. En mi calle había algún portero de uniforme, la mayoría de traje y corbata.

Poco a poco le hemos ido dando la vuelta a esa situación y hoy nadie tiene autoridad de antemano, hay que ganársela y no está nada barata. Al médico le tratamos de tu, y él va vestido de forma indistinguible del paciente (bueno, a veces lleva bata), y lo que nos diga lo tendremos en consideración o no. Todos tenemos nuestra opinión sobre homeocosas, glútenes, alimentos blancos y demás, y nadie cambia esas opiniones por lo que le digan en atención primaria, por más que haya estudiado esa persona que se lo dice. No le reconocemos autoridad. No digamos al maestro que, además de no jugarnos la salud, ni siquiera nos trata a nosotros sino a nuestros preciosa (y escasa) progenie. Al menos con los porteros no hay problema, han sido sustituidos por (supuestos) "porteros automáticos" (salvo quizá en lugares pijos en los que se finge que vivimos en "aquellos tiempos", aunque seguro que ahora es el niño maleducado el que le saca la lengua al portero que no osará reñirle).

Por el tono puede parecer que me disgusta la pérdida de la autoridad, nada más lejos de la realidad, el tono nostálgico es por la pérdida de la juventud, que es otra cosa. La eliminación de las jerarquías es fundamental para el avance social y para la igualdad real; algo como el magnífico 8M de este año hubiera sido totalmente imposible (por razones obvias) en los tiempos de la autoridad preestablecida. Pero la ausencia de autoridad a priori resulta enormemente problemática en muchas situaciones, por ejemplo en el entorno educativo, dónde unos abogan por recuperarla a golpe de decreto (cosa que sabemos imposible) y otros por recomponer las relaciones de otro modo que de momento no encuentran. A la lista de cambios producidos por la "crisis de la autoridad" añado hoy, gracias a los Golden Apple Quartet, la programación televisiva.

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