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viernes, 1 de mayo de 2015

De la relación con los sistemas complejos a la ciencia

A propósito de abusos de lenguaje como que "tu cerebro te engaña", publicaba hace unos días en el blog algo así como que percibimos algunos sistemas complejos como personas (antropomorfización) con una finalidad (teleología) y en última instancia alma (dualismo).

Y probablemente es que esa es la manera operativa (adaptativa) de gestionar los sistemas complejos. En el fondo nosotros mismos somos un sistema complejo (bioquímico) que, en el proceso de adaptar esa complejidad a un entorno cambiante (a.k.a. vivir), hemos generado una cierta capacidad de procesar información (a.k.a. inteligencia). En ese proceso nos han resultado útiles conceptos como propósito o alma.

En realidad cada uno solo tiene experiencia directa de si mismo. La suposición de que otras entidades parecidas a mi funcionarán de manera análoga ya es una antropomorfización (de entrada no hay más "antropo" que yo). Una vez que te acostumbras a imaginar a otros congéneres como análogos a ti en cuanto a su funcionamiento puedes empezar a extender el modelo a entidades progresivamente más distantes: otras razas, otras especies animales, la naturaleza. Los dioses de la tormenta, el cielo y el mar tienen todo su sentido en este esquema.

Es potente antropomorfizar. Además ayuda a completar huecos que el conocimiento deja vacíos pero que la búsqueda de causalidad compele a cerrar. Sin duda la búsqueda de relaciones causales es un rasgo adaptativo que se ha seleccionado en la evolución: si comes esa hierba mueres, si comes esa otra te alimentas. Los que establecieron ese tipo de relaciones, y de ellas las más ajustadas al funcionamiento del mundo, son los que han dejado descendencia. Desde hace millones de años. Hay efectos cuya causa nos encantaría conocer, pero no la terminamos de encontrar: esa tormenta, ese rayo, ese aumento del nivel del río. Es ahí donde una antropomorfización extrapolada (salvajemente quizá) crea dioses, espíritus, duendes y todo género de ficciones operativas.

La evolución individual reproduce en cierto modo la social, igual que la ontogenia recuerda la filogenia ("recuerda", es una metáfora, sin duda como teoría científica no tiene sustento), y en la edad de los ratoncitos Pérez y los papás noeles no se puedeevitar  vivir en un mundo poblado de ficciones antropomórficas operativas. A medida que crecemos (como indivíduos, y evolucionamos como sociedad), vamos afinando el catálogo de relaciones causa efecto que parecen operativas y razonablemente ajustadas al mundo exterior. Cada uno, cada individuo o grupo social, avanza en esa dirección por un camino u otro. Algunos caminos dan más peso a la experiencia subjetiva, "a mi me funciona". Otros buscan relaciones causa efecto del carácter más general posible. A mi me convence mucho más la segunda vía, la ciencia.

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