Cuando oímos hablar de la hipótesis Gaia o de la teoría de Supercuerdas no sentimos lo mismo. Me refiero a la primera impresión, el feeling, antes de poner en marcha el procesamiento racional. Lo primero a priori suena a misticismo y, apurando, a hippy. Mientras que lo segundo suena a seriedad, solidez, matemáticas… Parece ser que apreciar la interrelación entre biología y geología suena menos científico que proponer que el universo tiene 26 dimensiones.
En realidad lo que resulta intolerable al escrutinio científico son los prejuicios. Si uno ya tiene su juicio hecho antes de comenzar la actividad científica la va a hacer mal, la propensión el “cherrypicking” (elegir los casos que te convienen y olvidar los que no) es inevitable, entre otros sesgos y errores. La enloquecida sucesión de epiciclos con que Ptolomeo intentaba reconciliar las observaciones con su prejuicio de que todas las órbitas han de ser circulares es un ejemplo claro. El misticismo ha generado múltiples ideas que, asumidas en la actividad científica no son otra cosa que prejuicios. Y a eso “suena” la hipótesis Gaia, a misticismo impregnando la investigación. En realidad si se le quita del nombre esa referencia a la deidad griega y se analiza la propuesta en sí y la evidencia científica al respecto (el modelo DaisyWorld es impresionante) resulta evidente.
Intentar unificar las 4 fuerzas de la naturaleza, o reconciliar la mecánica cuántica con la relatividad general, en principio, no son prejuicios. Más bien son ideas inspiradoras, planes estratégicos para la actividad investigadora de los que se dedican a ello… ¿Y reconciliar la mecánica cuántica con el libre albedrío (1) y, en última instancia Dios? ¿Eso es prejuicio o idea inspiradora? Pues vaya usted a saber. Supongo que no hay una respuesta cerrada. A mí personalmente no me gusta esa línea de investigación, pero tampoco la de las 26 dimensiones y demás desvaríos de la física teórica, que teoriza mucho más lejos de lo experimentable.
Estas cosas me venían a la cabeza tras leer el último artículo de Antonio Aretxabala (reproducido en diversos medios, p. ej. 1, 2), que comienza “La adopción de un enfoque uniforme que contemple los cambios atmosféricos y los telúricos en estrecha relación es ya una mirada emergente cada vez más presente entre los científicos”. Un artículo que me ha generado una sensación ambivalente, porque en primera lectura me ha olido a prejuicio hippy, y en segunda creo que lo que realmente dice es casi evidente… con lo que sugiere la forma de decirlo aún estoy digiriendo.
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(1) Alguien tan científico, sin duda alguna, como Penrose ha dedicado mucho esfuerzo a ese problema.
La foto es de aquí
Supongo que por un lado está la parte creativa, en la que se puede ser todo lo hippie que se quiera y luego está el método científico en el que hay que ser absolutamente riguroso.
ResponderEliminarLo que me parece incuestionable es que los paradigmas de la época en la que vivimos van a orientar las interpretaciones científicas. No creo que exista la "observación pura" de los fenómenos naturales o sociales (si es que son distinta cosa). Supongo que conocerás la obra de Khun e incluso de quienes lo hayan superado (que yo no sé quienes son).
Sencillamente, lo honrado es reconocerlo.
Sobre el papel, una cosa es en qué te inspiras para plantear una hipótesis y otra con que fuerza queda (o no) demostrada... si es que se pudieran demostrar, porque en realidad sólo se pueden falsar.
ResponderEliminarEn la práctica todo está más mezclado. Hay una máxima que dice que si no eres riguroso siempre no eres fiable nunca. Es peligroso aflojar el rigor por una idea preconcebida, pero no inhabitual.
En fin que ahí ando, sin una solución cerrada.
En realidad, parece que el prejuicio, al menos en su sentido etimológico, es inherente a la actividad científica, puesto que una hipótesis no deja de serlo. Una cuestión bien distinta es que este prejuicio científico, a diferencia de los morales o religiosos, sea mutable en función de los resultados obtenidos.
ResponderEliminarExacto, eso es. Si la hipótesis la das por válida por motivos extracientíficos antes de empezar, mal vamos
ResponderEliminarCreo que entiendo lo que quieres decir; ahora bien, existe un tipo de pre-juicio que pasa desapercibido y es del tipo que más suele influir a la hora de abordar según qué problemas científicos. Es lo que podríamos llamar "prejuicio cosmovisionista contemporáneo" (PCC).
ResponderEliminarLo explico mejor con el ejemplo que tú mismo usas: "La enloquecida sucesión de epiciclos con que Ptolomeo intentaba reconciliar las observaciones con su prejuicio de que todas las órbitas han de ser circulares es un ejemplo claro."
El prejuicio de Ptolomeo de que:
1 la Tierra es el centro del universo
2 en la esfera celeste todo movimiento es constante
3 en la esfera celeste todo movimiento es circular
no era suyo, era propio de su época y había razones "científicas" de peso para adoptarlo como parte de la cosmovisión de la época. En este sentido su trabajo fue tremendamente meritorio, no enloquecido, y hubo que esperar a un Kepler (no a Copérnico, a Kepler) para poder mejorar sus predicciones astronómicas (por eso se sustentó tanto tiempo la hipótesis geocéntrica, por su magnífico trabajo con los epiciclos; por cierto, Copérnico también usaba epiciclos porque sólo eliminó el prejuicio 1, no el 2 ni el 3).
Los PCC son los que llevaron a muchos a rechazar la hipótesis atómica hasta entrado el siglo XX, con toda la física estadística asociada, el rechazo a la relatividad de Einstein, al universo en expansión o a la evolución. No digamos el del propio Einstein a la mecánica cuántica.
La cuestión preocupante no es tanto, pues, el prejuicio claramente identificable como tal, sino el PCC, tan imbricado en nuestra forma de pensar que ni somos conscientes de que lo tenemos.
Sin duda que el "prejuicio cosmovisionista contemporáneo" (PCC) existe. Si no es eso lo que Kuhn llamaba "el paradigma" de la ciencia normal, se le parece bastante.
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