Ayer se presentó el último número de la revista Uharte de San Juan. Una revista multidisciplinar, de periodicidad errática, que ha publicado la UPNA a lo largo de los años y que, por lo que se ve, concluye con este número. A mi modo de ver, este tipo de revistas son la punta de lanza de la renovación en que está sumida, lo quiera o no, la industria editorial.
De primera mano conozco datos de esta revista de hace unos 10 años. Las ventas eran testimoniales y la distribución total casi. Prácticamente ningún número llegó a vender 10 ejemplares. Incluyendo los que se destinaban a intercambio interbibliotecario de las universidades y de cortesía a los autores, no llegaban a 100 revistas que físicamente salían de la caja. Del coste me he olvidado, pero por poco que fuera no estaba justificado por la difusión real de los contenidos. Y no es que los contenidos resultaran carentes de calidad, no me corresponde a mi juzgarlo, pero es muy probable que la gran mayoría de los artículos fueran de una calidad científica perfectamente homologable en sus respectivas disciplinas. Pero lo que justifica la publicación no es la calidad, sino el interés, y la escasísima distribución demuestra que ese interés nunca fue alto.
Las personas más encariñadas con la revista se quejaban, y con razón, de que la empresa ocupada de la distribución no se esforzaba por colocar ejemplares en suficientes librerías especializadas. Es cierto, pero en la distribuidora que quejaban, a su vez, de que ese movimiento de papel para tan poca venta no resultaba eficiente. El tipo de contenidos científicos que encontraban acomodo en Huarte de San Juan tienen un interés limitado y probablemente muy distribuido. Quizá en Argentina o México un investigador pueda estar interesado en el archivero Julio Segura para completar una serie de estudios sobre archiveros, pero es inimaginable que llegue allí un ejemplar de la revista en papel. Es obvio que ese tipo de conocimientos, de contenidos, tiene en el entorno digital su nicho natural de circulación. Lo sorprendente es que hayan sido necesarios 10 años más, y unos potentes recortes en la financiación de la universidad, para que se discontinúe la publicación de la revista.
Este retraso en aceptar lo evidente tiene, sin duda, algunas causas. Algunas, honestas, son de orden sentimental: tras años amando el papel, el cuaderno, la revista y el libro, resulta duro dar el paso a la frialdad de los intangibles bits tras una pantalla. Otras, deshonestas, tienen que ver con la confección de los currículos académicos y con el valor que en la tradición de cada disciplina se da a los distintos tipos de "méritos" de los autores.
Sea como fuere, confío en que el cese de la publicación de la revista como tal vaya acompañado de una distribución electrónica de los mismos contenidos, a poder ser en formato abierto y accesible por todos.
No es extraño que un ingeniero de la Universidad Politécnica de Navarra (UPNA) se muestre contento y satisfecho por la desaparición de un revista del ámbito de las humanidades, seguramente prefiera que las humanidades no existan en la universidad y que con ellas se vaya también el espíritu crítico y la reflexión sobre el ser humano y sus circunstancias.
ResponderEliminarPero hay alguna consideración que hacer a esta entrada:
1. El hecho de que una revista no se venda masivamente en los quioscos no significa que sus contenidos no sean excelentes, salvo que importe más el continente que el contenido. Si esto fuera así, la mejor cerveza sería la que tuviera una botella más bonita.
2. El hecho de que no tenga una distribución masiva no significa que no sea consultada una y otra vez en las bibliotecas por los especialistas, que es a quienes va dirigida.
3. Justificar una publicación por el interés que suscita en grandes cifras supone decir que el mejor periódico español, de largo, es el Marca, porque es el de mayor tirada, consulta y lectura en los bares.
4. Decir que el contenido de una revista es de interés limitado es casi un elogio, aunque se quiera decir lo contrario, porque se supone que es muy especializada.
5. Pensar que una revista como esta se hace para acumular méritos en el curriculum de alguien es no conocer la valoración que de ella se hace en las agencias evaluadoras.
En lo que sí acierta es en la necesidad de continuar la publicación en formato digital. Seguro que así recibe más visitas y es más citada que en papel. De lo que no cabe alegrarse es de la desaparición de medios de difusión de la ciencia, por humildes que sean.
Estimado anónimo,
ResponderEliminarLo de contraponer ciencias y humanidades a estas altunas de la película no tiene ningún sentido. Es una división artificial que solo lleva frenttismos simples y lugares comunes. Como por ejemplo que sólo desde ciertas disciplinas se fomente el espíritu crítico y la reflexión sobre el ser humano.
Respecto a las consideraciones concretas:
1.- Exactamente eso digo en mi escrito. Así que totalmente de acuerdo
2.- También estoy de acuerdo. Pero hoy día es muchísimo más fácil que los especialistas encontraran los contenidos en internet que en papel (usted mismo lo reconoce al final)
4.- No quiero decir lo contrario, quiero decir exactamente lo que digo, que es de interés limitado. El juicio de valor sobre esa limitación lo pone usted, no yo.
5.- Este punto es el único en el que sí que estamos en desacurdo. Quizá en las agencias de evaluación haya decaido la puntuación de este tipo de revistas, pero tengo muchos ejemplos de tribunales que juzgaban plazas.
Por último, que quede claro que de lo único que me alegro es de que no se dilapiden recursos públicos en una actividad inútil, especialmente cuando hay una alternativa que lo tiene todo: mucha mayor efectividad en lo que se persigue (la difusión de la ciencia) a un coste mucho menor.
Muchas gracias por su comentario. Un saludo