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sábado, 10 de septiembre de 2011

Lenguaje políticamente correcto (en lo feminista)

En la lista de distribución masiva de la UPNA se quejaba alguien del uso de la palabra "presidenta" con un interesante texto (que reconoce el comunicante que no es suyo aunque no dice de quién, y yo también lo desconozco):

"En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".

Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no "dirigenta"; "residente", no "residenta”.

Porque no es lo mismo ser UN CARGO PÚBLICO que UNA CARGA PÚBLICA.
"

La verdad es que es un texto impecable, salvo el pequeño detalle de que la lengua es algo vivo y que evoluciona como quiere. Es obvio que hace 100 años no había presidentAs, no sólo estaba mal visto sino prohibido. El lenguaje que usamos hoy evolucionó cuando las mujeres eran socialmente otra cosa. Mi madre tuvo que dejar de trabajar por imperativo legal en el momento de casarse, no hablamos del siglo IX. Creo que decir que el lenguaje tal y como es resulta considerablemente machista no requiere demasiados ejemplos. Ante el reconocimiento de este hecho se ha generado todo un movimiento de reconversión de la lengua en otras direcciones, aprovechando precisamente su vitalidad. Se trata en todos los casos de enfatizar la presencia femenina en el texto del que se trate. Muchas de las iniciativas en este sentido han resultado exageradas y, en mi opinión, absurdas y contraproducentes. Referirse a un colectivo como "tod@s", "todxs" o como "todos y todas" me parece exagerar, y me desagrada. Sin embargo, identificar el género de la presidencia, tan mayoritariamente masculina, en el caso de que no lo sea no me parece en absoluto inadecuado, especialmente cuando se construye la palabra con la lógica interna de la lengua, haciendo terminar la palabra en la forma habitual del femenino.

Cuando Agela Merkel ganó las elecciones se empezó a utilizar, para referirse a una mujer, una palabra que en castellano no utilizamos habitualmente: canciller. A las pocas semanas se había forjado la expresión: "canciller Angela Merkel". Muy bien podría haber sido "cancillerA Angela Merkel" (y de hecho hubo quien se quejó amargamente de que no ocurriera). Cualquier cosa que imponga su uso estará bien si se generaliza y no resulta mostrenca (y la academia lo acabará aceptando, además).

Puestas así las cosas, encontrar el término medio es una cuestión sutil, como casi siempre. Es fácil caer en el engolamiento excesivo y ridículo del ex-Lehendakari Ibarretxe con sus "todos y todas, vascos y vascas... " en una reiteración hasta la náusea, es fácil forzar las cosas hasta las "miembras"; pero también es fácil refugiarse en la normativa históricamente forjada y dender desde allí, con toda pedanteria, el machismo tradicional.

Lamentablemente en este asunto no hay soluciones evidentes, cada uno debe encontrar su lugar, su témino medio, entre la sacralización de la norma machista y la exageración "cretiva" contraproducente.

ACTUALIZACIÓN (10-spr. 13:15). Para profundizar en este asunto bastante más (pero no demasiado), 15 folios de Álvaro García Meseguer, muy muy recomendables, AQUÍ,  gracias a Manolo
 
La figura la he tomado de aquí, dónde defienden otra postura distinta de la mía al respecto ;-)

7 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo, Joaquín, en lo de los textos cansinos y recargados con todos y todas / ellos y ellas / unos y otras... y me molesta profundamente que ese uso se imponga a golpe de normativa.

    Creo que hay otras formas más serias y, desde luego, más productivas de potenciar la igualdad, igualdad que entiendo que tiene que ser de oportunidades, es decir, igualdad en la salida, no en la llegada, porque esta última es profundamente injusta.

    Hay muchas cosas que se pueden hacer en el campo civil y laboral: racionalizar horarios de trabajo, bajas por maternidad o paternidad, educación -y hablo de la educación en general, no de la no sexista-. Francamente, lo del lenguaje políticamente correcto me resulta una mera excusa que le viene bien al politiquillo de turno para poder afirmar que "estamos tomando medidas" en el tema de la igualdad. Y, efectivamente, así se consigue la igualdad: que todo siga igual.

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  2. A mi también me llegó ese sesudo estudio sobre el participio activo y llegué a la misma conclusión que tú: un texto impecable, pero que se olvida de que las normas lingüísticas las dictan los hablantes (por suerte o por desgracia), y que "presidenta" se ha hecho con un lugar en la lengua (o que "presidente" ha pasado de ser participio activo a sustantivo, que más o menos es lo mismo).

    Al hilo de todos estos debates urge -pero ya- que se de difusión a los estudios de Álvaro Meseguer sobre el sexismo en el lenguaje (particularmente en la lengua española, pero también en una lengua sin género como el inglés).

    Por favor, lee este ensayo (son 15 páginas de tipografía generosa; se tarda una sentada en el trono en leerlas) donde se manifiestan resumidas las conclusiones de sus investigaciones:

    http://medtrad.org/panacea/IndiceGeneral/n3_GarciaMeseguer.pdf

    Entre otras cosas analiza muy bien la confusión entre sexo y género. Por ejemplo (sacado de su artículo): ¿Existe algún contexto en el que la frase “Todas eran varones” sea correcta?

    ;-)

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  3. @Alicia, es verdad que la verdadera batalla de la igualdad no está en la lengua. Aún así, ser mínmamente sensible y buscar formas más inclusivas (siempre que lo se retueza en exceso el discurso) parece una buena práctica. Quejarse a estas alturas de la película de "presidenta" me parece dinosáurico.

    @Manolo, genial el txto ue me has mandado. Lo he leido en diagonal, pero entero, y deja clarísimo todo. Con tu permiso voy a actualizar el post y lo enlazo.

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  4. Por supuesto que tienes mi permiso (faltaría más).

    Como siempre, la respuesta al ruido y la confusión viene de la mano del análisis racional y desapasionado.

    Por cierto, García Meseguer no es lingüista. Si no recuerdo mal, es ingeniero y trabajaba en el CSIC (creo que ya está jubilado).

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  5. Estoy de acuerdo en el comentario general pero sólo quería hacer un apunte que puede que resulte curioso y es que el término "presidenta" no es nuevo, sino que ya lo recoge el diccionario de la real academia en 1803. Se puede buscar aquí (no me deja hacer el link directamente)
    http://buscon.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.

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  6. No entiendo por qué Canciller no vale para masculino y femenino: EL Canciller y LA Canciller. Si fuera Cancillero, quizá lo entendería. En estos casos sería mejor dejarnos aconsejar por los filólogos (y filólogas) antes que por las feministas de turno (o feministos de turna). De no hacerlo, acabaríamos diciendo periodisto, dentisto, oculisto...

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  7. Si que vale, claro que vale, como que es el uso que se hace. Otra cosa es que podr'ia haber sido al contrario y tambi'en valdr'ia. Ese es mi argumento, que la lengua es de los hablantes (como colectivo). Por eso refleja como es el grupo, y por eso el machismo de siglos ha quedado gravado.

    Ni los especialistas (de turno) ni los extremistas (tambi'en de turno) son los que decidir'an la evoluci'on de la lengua, sino la poblaci'on.

    Y si alg'un d'ia hay que enfatizar que alguien que practica el ciclismo es un hombre y conviene hablar de "ciclistos" yo no me escandalizar'e.

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