Justo marchándome de Pamplona me llama Albert Escofet para comunicarme que le despiden de Sigma. Mañana (11-Abril 2008) tendrá lugar el Consejo de Administración en el que se consume el despido, irónicamente se celebra en Pamplona.
De ese consejo he formado parte algo más de 8 años, la mitad como presidente, y para mi Albert fue siempre un referente. No es que carezca de defectos, pero era el empleado más antiguo, conocedor de las peculiaridades profesionales y personales de todos los que fueron entrando a trabajar con él. Jefe próximo y querido por sus empleados pero no por ello blando ni mucho menos cortoplacista. En las reuniones siempre era el ancla con la realidad cuando las propuestas de los universitarios se hacían volátiles buscando la cuadratura del círculo.
No me atrevo a juzgar la oportunidad de su salida de Sigma: nadie es imprescindible en ningún sitio. Lo que es seguro es que sin él será otra empresa, menos familiar, menos próxima, menos comprometida con sus socios- clientes, menos volcada a la colaboración con las Universidades; aunque puede que resulte más barato el producto, y que se cumplan a rajatabla los miserables objetivos a seis meses de alguno de los administradores actuales.
Por lo menos me queda el consuelo de saber que dormirá mejor, sufrirá menos y tendrá más tiempo (y mejor) para su familia. Albert saldrá ganando, y Sigma seguramente perdiendo.
De ese consejo he formado parte algo más de 8 años, la mitad como presidente, y para mi Albert fue siempre un referente. No es que carezca de defectos, pero era el empleado más antiguo, conocedor de las peculiaridades profesionales y personales de todos los que fueron entrando a trabajar con él. Jefe próximo y querido por sus empleados pero no por ello blando ni mucho menos cortoplacista. En las reuniones siempre era el ancla con la realidad cuando las propuestas de los universitarios se hacían volátiles buscando la cuadratura del círculo.
No me atrevo a juzgar la oportunidad de su salida de Sigma: nadie es imprescindible en ningún sitio. Lo que es seguro es que sin él será otra empresa, menos familiar, menos próxima, menos comprometida con sus socios- clientes, menos volcada a la colaboración con las Universidades; aunque puede que resulte más barato el producto, y que se cumplan a rajatabla los miserables objetivos a seis meses de alguno de los administradores actuales.
Por lo menos me queda el consuelo de saber que dormirá mejor, sufrirá menos y tendrá más tiempo (y mejor) para su familia. Albert saldrá ganando, y Sigma seguramente perdiendo.
Un abrazo muy fuerte para él, y la suerte, con su permiso, nos la quedamos nosotros que la necesitaremos más. Un beso.
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