Tras 19 años tratando con profesores de primaria, y esforzarme lo indecible por respaldares siempre (no como los de 2009 en el chiste adjunto), mi crisis de fe se desborda ya por las esquinas.
Este año además de las recomendaciones de entorno sobre la tarea de mi hijo (un espacio adecuado bien iluminado, etc.) nos han enviado directrices pedagógicas: un folio sobre cómo ayudarle a resolver los problemas de matemáticas (como leer el enunciado, ordenar los datos, etc.). Supongo que así podemos cerrar un círculo en el que los padres delegan en los profesores la formación de sus hijos y estos les devuelven el encargo convirtiéndoles en profesores auxiliares de matemáticas. Nos hemos vuelto todos locos.
Respecto de las tareas, a mi me parece que deberían no existir, al menos hasta muy mayorcitos. Y cuando existan, deberían tener como objetivo la adquisición de hábitos de trabajo independiente. El apoyo de los padres, más allá de recordarles que hay que hacerla y facilitarles las condiciones, es contraproducente para ese objetivo. Eso por no comentar la profundización en la desigualdad entre escolares de distintas familias (las que tengan padres más versados y las que menos). Y a mi que me gustaba el papel de ecualización social de la escuela...
En el fondo esas instrucciones han sido una gota que ha colmado un vaso que se llenaba ya a chorros, como los siguientes dos:
(1) Cuando la huelga es "suya" bien que se pidió el apoyo de las familias, pero cuando la huelga la convocan las familias se sienten ofendidos (no detallaré concreciones de esa ofensa para evitar anécdotas hirientes, pero haberlas haylas)
(2) La atención a la diversidad de un niño que sabe mucho más inglés que sus compañeros (por razones casuales, pero de una evidencia arrolladora) es... ninguna. Si acaso aumentar la cantidad de ejercicios que tiene que hacer; o sea que si los ejercicios te aburren porque te resultan muy fáciles el premio es hacer muchos más, aburrirte más. La "justificación pedagógica" de esta desatención a la diversidad es que, como no lo sabe todo (inglés no es perfecto) siempre podrá mejorar algo con los ejercicio que ya están planteados.
Uno de los hechos que más me cuesta respetar es el de profesores y profesoras de la escuela pública que, como padres, mandan a sus hijos a las privadas (concertadas o no es indiferente aquí). Es decir que lo que quieren para ellos como trabajadores no es lo que quieren como clientes. Como trabajadores queremos una responsabilidad en el trabajo muy limitada, con descansos en la actividad que lo sean al 100% (en recreos, comedores, pasillos o guardias no somos "docentes", estamos en servicios mínimos de vigilancia). En cambio como clientes queremos que nuestro hijo esté profesionalmente atendido el 100% de su tiempo, incluyendo pasillos, patios y comedores. Como trabajadores queremos conciliar nuestra vida laboral y familiar con una comprimida jornada de mañana, como clientes queremos una escuela que nos ayude a conciliar con horario extenso... No sigo, la idea está clara. Es perfectamente legítimo querer lo mejor como trabajador y como padre... pero a mi no me entra en la cabeza que puedan ser dos cosas distintas.
Es una verdadera lástima acabar con una sensación tan mala de un colectivo que está formado por personas maravillosas en su inmensa mayoría. No se como hemos conseguido ese (anti)milagro que el colectivo sea mucho peor que los miembros que lo componen...
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Actualización (27 oct 2012, 19:30). Veo que han puesto el artículo en Menéame (aquí). Hay algunos comentarios interesantes, aunque es un entorno que no me gusta mucho y en el que no voy a participar
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Actualización (27 oct 2012, 19:30). Veo que han puesto el artículo en Menéame (aquí). Hay algunos comentarios interesantes, aunque es un entorno que no me gusta mucho y en el que no voy a participar