Recuerdo haber pasado muchas horas en reuniones discutiendo sobre los presupuestos de la universidad, y otro montón de horas cuando hubo que implementar las medidas oportunas para adaptar el funcionamiento de la UPNa a la LOPD (ley orgánica de protección de datos personales). Me han traído a la memoria estas horas de trabajo un par de noticias recientes, en cierto modo descorazonadoras.
Por un lado, se discute en el parlamento de Navarra sobre la subida de tasas de la UPNa, y cada grupo político tiene que decir algo para quedar bien. Como siempre hay que conseguir que la realidad no te estropee tu presupuesto de partida. Me da igual ahora que es lo que propone cada uno, lo que me disturba al leer la noticia es la sensación de que para decir lo que cada cual dijera, no le han dedicado suficiente tiempo a la reflexión. Las tasas son una parte importante del modelo de financiación de la universidad, y el modelo de financiación es parte esencial del modelo de universidad en si misma. Echo de menos una discusión seria y profunda sobre modelos de universidad, algo que probablemente no se le puede pedir a un parlamento... ¿De verdad no están para eso?
Por otra parte, recuerdo las fuertes discusiones sobre la legalidad de publicar las listas de notas con los nombres de los estudiantes (como toda la vida) o si había que usar el DNI (u otro número) de forma que sólo el interesado pudiera acceder a su nota, que si una nota aislada constituye un dato personal o no. Finalmente incluso se incluyó una disposición final en la reforma de la ley para aclarar este punto. Por cierto, si es legal (y en mi opinión conveniente) publicar las notas con el nombre de los estudiantes. Mientras muchas gente pierde valioso tiempo con esos tecnicismos, el uso verdaderamente fraudulento de los datos ha seguido inalterado, y todos seguimos fritos a spam en el buzón físico, en el electrónico y en el móvil, sin que haya forma sencilla de evitarlo. (Si tienes mucho tiempo para perseguirlo, la ley está de tu parte, si, pero el esfuerzo de perseguir y revocar permisos en letra pequeña o tácitos es ingente). Todavía más ilegales son los datos con los que traficaba una red que acaban de desarticular. Pero lo verdaderamente triste es ver quienes son los clientes de esos datos.
A tono con el estado de pesimismo generalizado (salvo momentos puntuales de "gloria" deportiva) me entristecen la incapacidad de los parlamentos de discutir a fondo y honestamente temas, y la vana esperanza de que leyes burocráticas van a acabar con el tráfico de cosas que interesan a los poderosos.